Un cuento enredado
Un día Marcela se acercó a su papá, que estaba leyendo el diario, y le dijo:
—¿Me das muchas monedas para comprar muchos caramelos y muchas figuritas?
—No, no, no… Nada de caramelos porque se te picarán los dientes —y siguió leyendo el diario.
—¿Figuritas tampoco?
—Tampoco.
—¿También me hacen picar los dientes?
—No, nena… Las figuritas no hacen picar los dientes, pero… —y siguió leyendo los avisos clasificados con cara muy seria.
—¿Pero qué?
—Que bueno… que después andan tiradas por todas partes —y se puso a leer la página de deportes con más entusiasmo que la de los avisos.
—¡Entonces dame monedas para comprarme chicles!
—¿Quéeee? ¡Chicles, menos!, porque… —y papi se distrajo leyendo los resultados del Prode: ¡visitante… local---empate!
—Papiiii… Entonces me compro chocolatines, ¡muchos chocolatines!, y para eso necesito muchas monedas… ¿Me das?
—¿Te doy qué cosa? ¡Ah sí…! las monedas para comprar… ¡Nooo! ¡Qué ocurrencia, Marcela! ¡Los chocolatines enferman el hígado y además…! ¡Qué barbaridad, las cosas que están pasando en el mundo! —dijo papá y dio vuelta la hoja meneando la cabeza mientras Marcela, ya impaciente porque no podía correr al quiosco a comprar nada, se acercó y tironeándolo de la camisa dijo con energía:
—Está bien. ¡Entonces contame un cuento! —y sin esperar respuesta se trepó en las rodillas de papá, quien no tuvo más remedio que cerrar el diario y aceptar la propuesta de Marcela.
—Bueno… Está bien… papá le contará un cuento a su nena, porque los cuentos son mejores que los caramelos y las figuritas y todas esas cosas. A ver… ¿qué cuento te gustaría?
—Uno de esos que empiezan con había una vez…
Y papá, que ya estaba un poco olvidado de los cuentos que a él le contaban cuando era chiquito, empezó:
—Había una vez una nena que se llamaba Caperucienta…
—¡Ji…ji…ji…! —se rió Marcela—. ¡No se llamaba Caperucienta! Se llamaba Caperucita, papi… Seguramente vos te confundís con la que perdió el zapatito de cristal en la fiesta…
—¡Ahhh! Tenés razón… Me confundo con la Blancacienta.
—¡Ji…ji…ji…! —volvió a reírse a carcajadas Marcela, que conocía bien todos esos cuentos—. No es Blancacienta, papá… ¡Es Blancanieves! Ji…ji…ji…
—¿Blancanieves es esa que preguntaba: “Espejito, espejito, quién es la más bella durmiente del bosque”?
—¡Pero no, papi! ¡Estás haciendo un lío…! ¡La bella durmiente es otra…!
—Ah…sí… tenés razón, Marcela. A ver si ahora recuerdo: Caperucita Colorada…
—Caperucita Roja, Roja, Roja, papi… Bueno, contame, ¿y?
—Caperucita Roja fue al mercado y se encontró con un tigre que le dijo: “¿A dónde vas, niñita roja?”, y Caperucita le contestó: “Voy al quiosco a comprar caramelos, chicles y chocolatines… y figuritas…”
—¿Qué disparate estás diciendo, papá? “Voy a casa de mi abuelita que está enferma”, le contestó Caperucita.
—¡Ah… eso es! ¿Y el perro qué le decía entonces?
—¿Qué perro, papá? ¡Era el lobo!
—Ah… sí… ¡Ya me acuerdo! Que después vienen los siete enanitos y las tres hermanas se van al baile del palacio, hasta que Blancanieves se pincha un dedo con la rueca y se queda dormida, porque la bruja le dio una manzana envenenada y viene el príncipe y le dice: “¡Qué boca tan grande tienes!”
—¡Bieeen, papi, bieeen! Me gusta tu cuento todo enredado… ¿Qué más? ¡Contame! ¿Cómo sigue? Ji…ji…ji. ¡Es lindísimo este cuento enredado! ¿Cómo termina?
—Y bueno… termina que… Mirá, Marcelita, mejor yo te doy muchas monedas y vos vas a comprar un libro de cuentos para papá…
FIN
Colorín Colorado
Había una vez… hace muchos años… una niñita rubia que vivía con su mamá en una linda casita del bosque. Según pude averiguar, su verdadero nombre era Juanita, pero todos la llamaban Caperucita Roja (bueno… por eso de la capucha que ella siempre se ponía…).
Un día su mamá le dijo: (ahora viene la parte de los bizcochos y la torta para la abuelita que vivía del otro lado del bosque, pero la salteo porque ustedes ya la conocen).
—¡Caperucita, hijita mía! ¡No te detengas a juntar flores en el camino, porque puede aparecer el lobo!... ¡¡Oh… Oh… Ohhh!!
—Sí, madre… bueno, madre… así lo haré, madre… —contestó la niñita y partió con su canasta hacia la casa de la abuelita.
Apenas hubo caminado una o dos leguas más o menos, oyó que desde atrás de un frondoso árbol, alguien la llamaba:
—Chist… ¡Eh… buena niña!
Juanita se detuvo un instante con intención de volverse, pero recordando los consejos de su mamá, se hizo la disimulada y cantando bajito, continuó su camino para alejarse pronto del lugar. Pero nuevamente oyó la misma voz que le decía:
—¡Eh, Caperucita! Soy yo, el conejo Pedrín…
—¿Sí? ¿Y a qué viene tanto misterio para llamarme?
—Es que quería invitarte… —y saliendo de su escondite le explicó que siguiendo el curso del arroyo seguramente llegarían al país de las maravillas— ¿viste?
Caperucita lo miró sorprendida, se sonrió, lo volvió a mirar y dijo:
—¿El de Alicia? ¡Bárbaro! ¡Dale!
Sin más comentario salieron corriendo y no pararon hasta llegar al arroyo y ¡plaf!, tirarse de cabeza en el agua.
Pedrín, buen nadador, avanzó dando brazadas, mientras atrás se quedaba Caperucita gritando desconsoladamente:
—¡Socorro… socorro! ¡Socorro que no sé nadar y me ahogoooooo…!
Por suerte, el lobo, que andaba por los alrededores, oyó los gritos de la niña y corrió en su ayuda.
—¡Ah, estos chicos… estos chicos! —decía mientras la sacaba a upa del agua—. ¿Se puede saber cómo se les ocurren tantas travesuras?
—Él me dijo… ¡Él tiene la culpa! ¡Ji ji…ji…! —lloraba Caperucita Juanita, mientras se comía un bizcocho de su canasta.
—Bueno… Bueno… ya pasó. ¡Basta de lágrimas y a continuar tu camino! Tu amigo Pedrín te acompañará.
Los despidió con un beso, y colorín colorado este cuento complicado… se ha terminado.
FIN
Libro: En el cielo las estrellas
Autora: Marta Giménez Pastor
Ilustraciones: Luis Pollini
Fecha de publicación: 1980
Editorial: Plus Ultra
Serie para escuchar y para hablar
Índice
7 En el cielo las estrellas
8 Nono aprende a volar
10 El ángel Juanito
12 Otoño
13 El hombrecito de la valija
16 Estornudando
17 Viento - viento
19 Un cuento enredado
22 Esto sí, esto no
23 Un sueño
23 Otro sueño
25 El regalo de Paco
28 La cajita
29 El payaso Ja, Ja, Ja
32 El cartero del bosque
34 Las estrellas viajan en ómnibus
36 Osita en la escuela
37 ¡Luustraaa…!
40 Cristóbal, el vendedor ambulante
43 El duende del ropero
44 El barrio
45 Adiós tren
46 Colorín Colorado
49 Duende
Visto y leído en:
ISSUU - Giménez Pastor – Viacava - Buenos Aires , AR
https://issuu.com/libros_para_chicos/docs/en_el_cielo_las_estrellas
Página Oficial de MARTA GIMÉNEZ PASTOR, realizada por su familia
https://martagimenezpastor.com/
https://martagimenezpastor.com/en-el-cielo-las-estrellas/
Copyright © Herederos Marta Giménez Pastor
ISSUU - Giménez Pastor – Viacava - Buenos Aires , AR
https://issuu.com/libros_para_chicos/docs/en_el_cielo_las_estrellas
Página Oficial de MARTA GIMÉNEZ PASTOR, realizada por su familia
https://martagimenezpastor.com/
https://martagimenezpastor.com/en-el-cielo-las-estrellas/
Copyright © Herederos Marta Giménez Pastor